Pirineos

El origen de la palabra Pirineo proviene del griego; ‘Pyros’, que significa fuego y ‘Neo’, nuevo. ¿Y por qué alguien iba a llamar fuego-nuevo a una montaña en que la nieve y el hielo dominan el paisaje? Pues bien, antes de que estas se formaran y ascendieran a las alturas, una inmensa llanura cubría el paso entre lo que hoy es España y Francia. En el valle se encontraba Pyrene, una ninfa del bosque, hija del rey Tubal. Allí compartía espacio con otros seres mitológicos como Gerión, un gigante al que rechazó, pues su corazón era de un único hombre, Hércules.

Al no ser correspondido, Gerión entró en cólera e incendió el valle, matando de esa manera a Pyrene. Los gritos de auxilio de esta no sirvieron de mucho, puesto que cuando Hércules acudió en su ayuda era demasiado tarde. Sin embargo, el héroe griego quiso darle sepultura en algún punto entre el valle de Benasque y el Valle de Aran. Piedra a piedra, el hijo de Zeus construyó un mausoleo gigante hasta crear la cordillera que hoy se conoce como Pirineos.

Los humanos han necesitado apenas un siglo para echarlo todo a perder. El verde y el marrón, según parece, son los nuevos blancos en los picos del sur de Europa, ya que el cambio climático, que históricamente ha hecho su daño más notable cerca del nivel del mar, ahora llega a lo más alto.

Justo debajo de la tumba de Pyrene se ubica el Aneto, el pico más alto de los Pirineos, con más de 3.000 metros de altitud. Existen muchas versiones de su origen, algunos lo sitúan como el dios supremo debido a su imponente morfología, aunque una de las versiones más populares es muy distinta. Cuenta la leyenda que tras la muerte de la ninfa, las nieves se apoderaron del valle, el agua empezó a correr y el verde se extendió por cada rincón. En ese momento, cientos de personas comenzaron a poblar los Pirineos, al igual que los gigantes que vieron en aquella ubicación, una morada irresistible. Uno de ellos fue Netú, un gigante cruel y malhumorado.

Un día, Netú, con la ayuda de una flecha asesinó a Atland, descendiente de los antiguos atlantes quienes sostenían la tierra sobre sus hombros. Los dioses, al presenciar aquella escena decidieron someter al gigante y le lanzaron un rayo. Al instante, Netú, se desplomó sobre el valle, siendo sepultado por miles de rocas hasta crear el Aneto.

Todo esto está haciendo cosas terribles no solo para la belleza alpina, sino también para las empresas alpinas, especialmente las estaciones de esquí. A nivel mundial, la industria del esquí genera hasta $70 mil millones por año.

Tradicionalmente, la montaña es un lugar de fraternidad y solidaridad. De hecho, es uno de los únicos puntos en lo que se sigue manteniendo el saludo a los desconocidos. Por ese motivo, los dioses se encargan de castigar al que no siga esas directrices y algo así le ocurrió a un pastor, que era arisco, egoísta y solitario. Un día, un mendigo llegó hasta él y le pidió un trozo de pan. El hombre llevaba días sin comer y estaba a punto de desfallecer allí mismo. Sin embargo, el pastor, haciendo gala de su mala educación, le ignoró hasta que este se marchó. Una vez que la figura del mendigo se desvaneció en el horizonte, una intensa niebla cubrió el valle rodeando al pastor, el viento azotaba fuerte y comenzó a caer nieve intensamente. El ganado del pastor desapareció y en su lugar, emergió una impresionante montaña. Tras el suceso, el pastor había perdido todo, su casa y su rebaño. Lo que antes era prado ahora era roca desnuda y nieve y hielo. Acababa de nacer el Monte Perdido, situado en el valle de Ordesa (Huesca).